El artista, cuyo objetivo no es la imitación de la naturaleza, aunque sea artística, sino lo que pretende es expresar su mundo interior, ve con envidia cómo este objetivo se alcanza naturalmente y sin dificultad en la música, el arte más abstracto. Es lógico que se vuelva hacia ella e intente encontrar medios expresivos paralelos en su arte.
Este es el origen, el la pintura actual, de la búsqueda del ritmo y la consecusión de las formas, del valor que se le otorga a la repetición del color y a la variedad de efectos dinámicos que puedan crearse con la totalidad de sus matices.
En este aprendizaje, el artista no debe olvidar que cada medio tiene una utilización idónea, y que por esa vía debe encaminar sus búsquedas estéticas. Respecto a la expresión formal, la música puede obtener resultados inasequibles para la pintura, pero por otro lado, no tiene algunas de las cualidades de ésta.
Por ejemplo, la música dispone de un tiempo, de una dimensión temporal. La pintura, en cambio, puede presentar todo el contenido de la obra en un sólo instante, lo cual es imposible para la música.
La pintura depende casi por completo de las formas que le presta la naturaleza. Su labor consiste en analizar sus fuerzas y sus medios, conocerlos bien, como hace tiempo que los conoce la música, y utilizarlos en el proceso creativo de un modo absolutamente pictórico. Así se descubre que cada arte posee sus propias fuerzas, que no pueden ser sustituídas por las de otros.
De este proceso de unión nacerá con el tiempo el arte que ya hoy se presiente: el verdadero arte monumental. Por ello, profundizar en los tesoros incalculables del arte puede ser una valiosa colaboración al momento de enriquecer el espíritu y dejarse llevar por su influjo hasta sensibilizar aún más todos los sentidos.
La libertad total, medio necesario en que debe desenvolverse el arte, no puede ser absoluta. A cada época corresponde un nivel determinado de esa libertad, y nada parece escapar a sus límites. Sin embargo, este determinado nivel siempre ha de ser alcanzado, y se debe llegar a él a pesar de todas las resistencias que se interpongan.
Este es el origen, el la pintura actual, de la búsqueda del ritmo y la consecusión de las formas, del valor que se le otorga a la repetición del color y a la variedad de efectos dinámicos que puedan crearse con la totalidad de sus matices.
En este aprendizaje, el artista no debe olvidar que cada medio tiene una utilización idónea, y que por esa vía debe encaminar sus búsquedas estéticas. Respecto a la expresión formal, la música puede obtener resultados inasequibles para la pintura, pero por otro lado, no tiene algunas de las cualidades de ésta.
Por ejemplo, la música dispone de un tiempo, de una dimensión temporal. La pintura, en cambio, puede presentar todo el contenido de la obra en un sólo instante, lo cual es imposible para la música.
La pintura depende casi por completo de las formas que le presta la naturaleza. Su labor consiste en analizar sus fuerzas y sus medios, conocerlos bien, como hace tiempo que los conoce la música, y utilizarlos en el proceso creativo de un modo absolutamente pictórico. Así se descubre que cada arte posee sus propias fuerzas, que no pueden ser sustituídas por las de otros.
De este proceso de unión nacerá con el tiempo el arte que ya hoy se presiente: el verdadero arte monumental. Por ello, profundizar en los tesoros incalculables del arte puede ser una valiosa colaboración al momento de enriquecer el espíritu y dejarse llevar por su influjo hasta sensibilizar aún más todos los sentidos.
La libertad total, medio necesario en que debe desenvolverse el arte, no puede ser absoluta. A cada época corresponde un nivel determinado de esa libertad, y nada parece escapar a sus límites. Sin embargo, este determinado nivel siempre ha de ser alcanzado, y se debe llegar a él a pesar de todas las resistencias que se interpongan.
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