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26 sept 2009

EL ARTE DE ESCRIBIR


¿Quién no ha tenido en alguna ocasión la necesidad de plasmar algún sentimiento por escrito? Ya sea un poema de amor, un diario personal o un relato breve, la comunicación escrita siempre será necesaria cuando queramos transmitir nuestras ideas. Al igual que sucede con la pintura o la música, la escritura puede alcanzar un nivel de expresividad difícilmente superable.


Es por eso que la creación literaria es una labor emprendida por muchos, pero continuada por unos pocos, ya que implica un grado de trabajo solitario que no todos pueden soportar y muchas veces, los resultados de su alcance tardan años en ver la luz.


El principal problema que encuentran muchas personas a es que no saben qué escribir o cómo comenzar, y se acomodan frente a una página en blanco esperando que llegue ese instante de inspiración divina en donde a través del bolígrafo o el teclado las ideas fluyan como de un manantial.


En ese sentido, vale la pena hacer alusión a las palabras del escritor alemán Michael Ende: “las ideas se le vienen a uno al escribir, durante el trabajo. Eso de tener ideas se puede conseguir con la práctica. Es, de verdad, una cuestión de entrenamiento. Quien no sabe tocar un piano se asombra de lo que es capaz un pianista. Pero el pianista tampoco lo ha sabido desde el principio, así, sin más. Se ha ejercitado muchos, muchos años. Con un escritor pasa lo mismo."


Por supuesto, para dedicarle el esfuerzo necesario a la ardua tarea de la escritura se requiere de una profunda pasión por las letras, pues en el momento de la verdad, no basta con que tener la afición por escribir.


Parafraseando al Nobel Ernest Hemingway, los mejores momentos de la literatura nacen de una vida solitaria, de manera que si un autor novel quiere progresar realmente debe esmerarse al máximo.


“Uno por ciento de inspiración, 99 transpiración”, respondía el autor estadounidense William Faulkner cuando le preguntaban el secreto de su éxito, quien no dudaba en repetir una y otra vez esta máxima del inventor Thomas Alva Edison.


Así pues, es imprescindible que el escritor trabaje mucho. Su labor incluye leer sin cesar, así como también releer; se trata de planificar escenas, crear atmósferas, rectificar la voz de sus personajes y corregir su obra cuantas veces estime necesario antes de que ésta llegue a los ojos de sus posibles lectores.



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